Por Carlos García Moreno
No es nada nuevo decir que
año con año, el cine de terror se ha estado devaluando a pasos agigantados,
cada vez con propuestas más complacientes hacia el género screamer, y menos sólidas en cuestión de narrativa y argumento. Tampoco
es algo nuevo decir que, generalmente, esas cintas terminan siendo un éxito a
nivel comercial, sobretodo si tomamos en cuenta el hecho de que son proyectos realizados
con escaso presupuesto y sin producción o reparto de renombre, tal es el caso
de Actividad Paranormal y las decenas
de propuestas con el mismo contenido.
Con Oculus sucede algo similar en ciertos puntos, pues a simple vista,
cumple con la mayoría de los requisitos para pensar que es un filme más de
terror dentro del montón: es de bajo presupuesto, carece de productoras/actores
conocidos, el guion cuenta con varios clichés y, seguramente, será un éxito en
taquilla.
De antemano, la historia se sitúa
entre dos hermanos, Tim y Kaylie, que tras haber quedado huérfanos en su niñez debido
a un asesinato en su familia, comienzan a especular y cuestionarse sobre los hechos ocurridos años atrás. Mientras que Tim está convencido que el culpable de lo sucedido fue su padre, su hermana mayor, Kaylie, cree ferviertemente que el responsable
de todo fue en realidad un antiguo espejo que adornaba la casa de su infancia.
Sin embargo, Oculus se separa hasta aquí del resto,
puesto que mantiene el argumento central acertadamente en la anacronía, esto es, una
técnica narrativa que altera el orden cronológico de los acontecimientos en el
guion, para ir y venir en el tiempo (pasado y futuro) dentro del marco contextual de la historia cuantas
veces sean necesarias, con el fin de provocar incertidumbre desde la perspectiva
del espectador al momento de analizar, conectar y descubrir la situación presente de dicha obra. En otras palabras, la anacronía permite que la línea temporal del guion no caiga en la trivialidad que acostumbran a utilizar este tipo de películas (ir del punto A al punto B), logrando un mayor interés en cuestión de ritmo.
Por lo que concierne al género, lo que
sugiere el terror en la película es únicamente de orden psicológico, es decir, enfrentar la
inestabilidad mental de los personajes mediante sus propios miedos, culpas y creencias.
Así es como vemos a dos hermanos discutiendo y exponiendo sus teorías de lo
sucedido a través dos puntos de vista que nos llevan a una explicación lógica/racional (escepticismo) y, del otro lado, una mágica/sobrenatural (superstición);
consecuencia que nos hace dudar sobre la veracidad o falsedad de lo que vemos
en pantalla: ¿Acaso son reales los fantasmas, o simplemente, todo es producto de un trauma o
imaginación? Esta misma idea es la que Stanley
Kubrick logró proyectar a grandes rasgos en El
Resplandor (1980) con el personaje de Jack Torrance.
Conforme al reparto, las
actuaciones no son meramente memorables, pero son estables y creíbles, apoyadas de la mano de una buena producción y dirección cinematográfica que lidera Mike Flanagan.
En síntesis, el discurso visual de Oculus resulta ser firme y sólido en su estado puro, en un gratificante entretenimiento de terror con ligeros
destellos de gore, que concluye al
entregar la primer cinta efectiva del género en lo que va del año…
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Título original: Oculus
Director: Mike Flanagan
Actores: Karen Gillan,
Brenton Thwaites, Katee Sackhoff, Rory Cochrane
Guion: Mike Flanagan, Jeff
Howard
Fotografía: Michael Fimognari
Música: The Newton
Brothers
Género: Terror,
Thriller
Año: 2014
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