Por Carlos García Moreno
Luego
de una mediana recepción de X-Men (2000),
una efectiva secuela con X2 (2003),
un pobre final de X-Men: The Last Stand
(2006) y un regular desempeño de X-Men
Origins: Wolverine (2009), llega esta nueva entrega con la que se pretende
hacerle justicia al referente de los mutantes, y a uno de los personajes más
queridos e importantes del universo de Marvel.
La
historia de la película nos lleva a Japón, en donde Wolverine es llamado por un
viejo conocido para que éste último, antes de morir, le pueda agradecer por
haber salvado su vida tiempo atrás, ofreciéndole algo que el mutante ha estado
buscando por mucho tiempo y no ha podido conseguir: la mortalidad. Es ahí
cuando Wolverine se envuelve en un conflicto que lo obligará a enfrentarse
contra sus miedos internos, su pasado y sus sueños.
Viniendo
de un director como James Mangold,
era de esperarse que la historia se centrara específicamente en los
sentimientos del personaje de Wolverine, su lucha interna y su encuentro
consigo mismo, tal y como lo ha hecho el cineasta en sus trabajos anteriores:
la vida del policía fracasado en Cop Land
(1997); el trastorno de personalidad y confusión en Girl, Interrupted (1999); el retrato del ícono de la música
country, Johnny Cash, en Walk the Line (2005) y; la odisea del
veterano ranchero en el remake del western de 1957, 3:10 to Yuma (2007).
Para
no hacerla larga, Wolverine Inmortal
cumple en el aspecto de entregarnos una buena historia, entretenida y más
humana, al tiempo que combina todos los elementos de la cultura oriental con la
del mutante –lo que le suma credibilidad– y equilibrando bien los géneros
acción/drama, diferente a lo que se ha visto anteriormente en el universo
cinematográfico de los X-Men. Y aunque la película no contiene más
pretensiones, la historia no deja de ser mucho más compleja, seria y real que
los últimos filmes individuales del proyecto The Avengers, acercándose un poco más a películas como The Punisher (2004), Watchmen (2009), The Amazing Spiderman (2012), Man
of Steel (2013) o la trilogía The
Dark Knight (2005, 2008, 2012), por lo que se vuelve más valiosa en ese
sentido.
Por
otra parte, la película explora las diferentes facetas de Logan y, nuevamente,
sobresale la perfecta interpretación de Hugh
Jackman al demostrar su capacidad histriónica para transmitir la
personalidad del mutante: su lado más agresivo y violento, así como también su
lado más humano, todo dependiendo de la situación en que se encuentre. Sin duda
alguna, da gusto ver a un gran actor como él en pantalla, no hay nadie mejor
para el papel.
En
cuanto a la producción, la fotografía le da un toque distinto debido al lugar
en el que sitúa la historia, la música va acorde al ritmo del filme, y conforme
al 3D no hay nada relevante.
Sin
embargo, aún con todo lo que les acabo de mencionar, la nueva entrega no logra
ser aún la definitiva de este antihéroe, pues el guion cuenta con algunas escenas
de relleno en gran parte del segundo acto (de ahí el por qué se siente lenta),
y necesita mayor claridad en lo que se quiere contar; esto sin olvidar que el
interés amoroso del personaje principal se nota demasiado forzoso. Además, la
secuencia en el techo del tren bala no está del todo creíble.
Finalmente,
Wolverine Inmortal cuenta con un
argumento que no decepcionará a ninguno que guste del más carismático de los
X-Men. La nueva entrega ofrece una historia con mayor realismo, independiente
de las otras cintas, lo que dejará ansiosos a muchos seguidores del mutante ya
que, la escena post-créditos, servirá como puente para introducirnos en el
esperado crossover de los mutantes originales con la primera generación, X-Men: Days of Future Past...
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